martes, 1 de noviembre de 2011

¿ESTÁ ABOLIDA LA TORAH?

Heriberto García Orozco

Para muchísimas personas, sin mediar un estudio concienzudo de las Escrituras, la respuesta es un sí absoluto. La base que tienen para tal afirmación son las interpretaciones equivocadas que se hacen de los escritos del rav Shaul (el apóstol Pablo).

La base de nuestro comentario para desarrollar el tema será la Biblia Reina-Valera, de manera que no se piense que estamos haciendo exégesis acomodadas a conveniencia; igual esta versión servirá para mostrar errores que han surgido precisamente por desconocimiento del trasfondo judío de las Escrituras.

Un ejemplo de descontextualización

Vamos a suponer que una persona nacida en Colombia y que ha vivido toda su vida en este país, quiere escribir un libro sobre las personas que viven en Mongolia, a quienes no sólo no conoce sino que nunca en su vida ha escuchado hablar de ellas.

Esta persona comienza a describir sus costumbres, comidas, religión, folklore, y muchos aspectos más de la vida diaria de la gente de aquel país. ¿Qué podríamos decir del libro en su versión final? Que obviamente es una mentira, aunque la persona tuviera muy buenas intenciones al escribirlo; pero todo corresponde a su imaginación, lo que de ninguna manera hace correcto lo que está diciendo en el libro.

¿Qué debería hacer entonces para que el libro que ha de escribir sea ajustado a la realidad? Lo que debe hacer es ir a vivir entre los nativos de Mongolia durante mucho tiempo, aprendiendo todo lo relativo a su cultura, costumbres y demás aspectos que quiere tratar en su libro; una vez tiene el conocimiento, las líneas de su obra se podría decir que son confiables.

Cosa parecida sucede cuando se trata de las traducciones de los Escritos Sagrados, cuyo idioma original es el hebreo. Aunque ha habido buena intención al hacer las traducciones, el desconocimiento parcial del trasfondo hebreo necesariamente introduce errores, pues tales traducciones sin ninguna duda incluyen implícitamente interpretaciones. Y es aquí cuando comienzan a surgir los problemas que hoy en día abundan.

Para muchos es motivo de polémica el idioma en el cual fue escrito el Código Real (mal llamado “Nuevo Testamento”). Sin embargo, es importante hacer las siguientes consideraciones antes de lanzar afirmaciones que carecen de fundamento:

· El Nuevo Testamento gira en torno a la vida de un judío, que vivió como judío, fue religioso como todo judío, comía como un judío, y enseñaba cosas judías; por supuesto nos estamos refiriendo al Mesías de Yisrael.

· Son innumerables las citas bíblicas tomadas del TaNaJ (mal llamado “Antiguo Testamento”), las cuales simplemente fueron transcritas y no interpretadas por los autores de los escritos del Nuevo Testamento. Si analizamos cuidadosamente los textos de éste, encontraremos que algo así como el 70% corresponde a escritos del TaNaJ, lo que nos lleva casi que forzosamente a concluir que el Nuevo Testamento también fue escrito en hebreo. Sea esta la oportunidad para invitar al querido lector para que haga un ejercicio bien simple: Lea el Nuevo Testamento omitiendo todas las citas (o eventos) del TaNaJ, y concluya con humildad si ese conjunto de palabras tiene sentido para la fe de alguna persona (por ejemplo, amar al prójimo como a nosotros mismos debe ser algo que se omita en la lectura, puesto que esto aparece en el Libro de Levítico, esto es, en el TaNaJ).

· El rav Shaul, discípulo extraordinario del Mesías, y además incomprendido, nunca pretendió abolir la Torah ni enseñar que el Mesías vino a fundar iglesias o a formar un movimiento religioso diferente de los que ya habían en aquel tiempo.

Y podemos seguir con más temas alusivos al hecho de que los escritos del Código Real son hebreos y no griegos, como pretenden quienes desconocen el trasfondo hebreo de quienes son los “protagonistas” de dichos escritos.

Cuando no se conoce adecuadamente el judaísmo del Segundo templo, que fue en el que vivió Yeshua, el Mesías judío (no Jesús, el Cristo romano), es fácil tergiversar lo que encontramos en el Código Real. Por tanto, cuando alguien interpreta sin conocer esto que es tan indispensable para hacer una correcta exégesis, básicamente está escribiendo mentiras y en consecuencia llevando al error a muchísimas personas que están buscando sinceramente a El Eterno, Bendito sea.

¿A dónde queremos llegar? Que cuando una persona que es ajena totalmente al contexto judío, y pretende traducir los textos hebreos según su entendimiento, no va a lograr una traducción que sea fiel, sino una llena de errores. Si queremos discutir sobre términos que son hebreos, debemos estudiar el contexto hebreo, lo cual incluye por supuesto el idioma hebreo.

Pero esto no es todo…

El nuevo pacto

Muchos miles de personas no saben a ciencia cierta a qué se refiere el nuevo pacto; no en pocas ocasiones simplemente hacen un reemplazo absurdo de Yisrael por algo llamado “Yisrael espiritual”, que curiosamente excluye al pueblo judío, o al menos a su mayoría. Esto es un grueso error que en nada favorece a la correcta interpretación bíblica. Veamos por qué.

¿Qué es el nuevo pacto? Para responder leamos lo que está escrito en Yirmeyahu (Jeremías) 31:31-34: “He aquí que vienen días, dice El Eterno, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Yisrael y con la casa de Yehudah. No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice El Eterno. Pero este es el pacto que haré con la casa de Yisrael después de aquellos días, dice El Eterno: Daré mi Torah en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a El Eterno; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice El Eterno; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado.”

Aquí vemos varias cosas sumamente interesantes: En primer lugar, el nuevo pacto no se celebra con pueblos ajenos al judío, lo cual es confirmado en la Carta a los Hebreos cap. 8, que simplemente transcribe el texto del profeta Yirmeyahu. Esto es absolutamente claro: El nuevo pacto es hecho con Yisrael y Yehudah, no con otros pueblos.

Segundo, el nuevo pacto en ningún momento habla de abolir la Torah (y por lo tanto lo escrito en el Nuevo Testamento en la Carta a los Hebreos no puede apartarse de esta verdad, porque de lo contrario se estaría cometiendo un error imperdonable de descontextualización); el significado del mismo está en las palabras del texto, en las que se describe la naturaleza del pacto: “Daré mi Torah en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo”.

Esto significa que el nuevo pacto no dice que hay que abolir la Torah sino cambiarla de lugar, esto es, la misma Torah que estaba en piedra ahora es escrita en nuestra mente, de manera que podamos cumplir con lo que El Eterno ha dictaminado para cada uno de nosotros, según corresponda, al judío lo que debe cumplir el judío, y al no judío lo que es del no judío.

Los textos ni siquiera dan lugar a que se interprete de manera diferente; sin embargo, muchas mentes inescrupulosas han pretendido desvirtuar el verdadero significado y esencia del nuevo pacto, creyendo que Yisrael ahora es excluido. Nada más lejos de la verdad, lo cual es confirmado por rav Shaul en la carta a los Romanos (11:1-2), donde está escrito: “Digo, pues: ¿Ha desechado Dios a su pueblo? En ninguna manera. Porque también yo soy israelita, de la descendencia de Abraham, de la tribu de Benjamín. No ha desechado Dios a su pueblo, al cual desde antes conoció...”

Es muy claro que en el momento de ser escrito el Nuevo Testamento El Eterno sigue firme con Su pueblo, pues en Él “no hay mudanza ni sombra de variación” (Yaaqov – Santiago 1:17). Por tanto, es un tremendo error de interpretación aseverar que El Eterno “se olvidó” de Yisrael o la reemplazó, porque no es cierto, de acuerdo con el testimonio de los Escritos.

El porqué de nuestras afirmaciones viene sustentado por un texto que aparece en la carta a los Romanos, curiosamente unos versículos después del anteriormente citado (Romanos 11:17): “Pues si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado en lugar de ellas, y has sido hecho participante de la raíz y de la rica savia del olivo…”

Esta traducción no sólo es incorrecta sino malintencionada. EL ETERNO NO HA DESECHADO A SU PUEBLO; sin embargo aquí se asegura que los gentiles han sido injertados en lugar de las ramas originales, lo cual es absolutamente incorrecto. Lo correcto es decir “injertados entre ellas”, que sí corresponde con las promesas hechas a nuestro padre Avraham, cuando El Eterno le dice (Bereshit – Génesis 12:3): “y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.” Aquí no cabe lugar la exclusión de algún pueblo.

Esto significa ni más ni menos que todas las familias de la tierra, judíos y no judíos, tenemos el potencial de alcanzar las bendiciones de que fue objeto nuestro padre Avraham, sin excepción. Pero esto es otro tema…

¿Yeshua abolió la Torah?

También muchos afirman que el Mesías estableció otra religión, otro culto; sin embargo, como podremos darnos cuenta, él no sólo no vino a cambiar algo de la Torah, sino que la confirmó; un texto que nos revela esta verdad es el siguiente (Hilel – Lucas 4:16): “Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el shabat entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer.”

Yeshua tenía por costumbre asistir a la sinagoga el día de shabat; no lo hacía el viernes ni el domingo, puesto que sólo el shabat fue santificado por El Eterno, y de hecho lo hizo antes de que el pueblo judío existiera. Y en ninguna parte de la Torah o el Código real se sugiere siquiera que el Shabat ha sido reemplazado por otro día; ese cambio es una abominación establecida por el catolicismo y sus hijas, no por la Torah ni los demás escritos Sagrados.

En otras palabras, Yeshua siempre fue un judío fiel a lo dictaminado por El Eterno en la Torah; él vino para hacer la Voluntad del Padre, no la suya propia (Yojanan – Juan 6:38), y de ahí que no tenga fundamento asegurar que ahora él vino a fundar una “iglesia”, pues de hecho la congregación existe desde el Monte Sinay.

Veamos otro texto bien interesante:

Matityahu 5:17-19: “No penséis que he venido para abrogar la Torah o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir (dar la interpretación correcta). Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la Torah, hasta que todo se haya cumplido. De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos.”

Aquí explícitamente Yeshua está diciendo que él no vino a cambiar nada de lo escrito sino a mostrar su correcta interpretación y que todos los mandamientos son importantes. A propósito, es inmensa la cantidad de personas que aún siguen pensando que el contexto hebreo de “cumplir” es “cumplir la Torah completamente” o algo parecido. Esto, desde el punto de vista del Segundo Templo, que es desde el cual hay que analizar estas palabras, simplemente no tiene ningún sentido.

Esto lo podemos verificar, entre otras, por dos razones fundamentales: La primera, porque Yeshua por ejemplo no era un cohen (sacerdote) levita, lo que por obvias razones le eximía de cumplir con las ordenanzas que eran destinadas a los sacerdotes levitas; por lo tanto, era imposible que Yeshua cumpliera toda la Torah; la segunda es que “cumplir” en el contexto correcto tiene un significado totalmente diferente, lo que explicaremos a continuación.

Cuando un discípulo iba a preguntar a su rabino algún tema de la Torah que no entendía bien, y en el momento de la pregunta el rabino estaba acompañado de otro rabino, si éste último consideraba que el primero había dado una explicación incorrecta le decía “has abrogado la Torah”; por el contrario, cuando el segundo rabino consideraba que el primero había dado una correcta interpretación de la Torah le decía al primero “has cumplido la Torah”. De aquí vemos que el contexto nos explica que “abrogar” y “cumplir” son dos vocablos para no dar o dar la interpretación correcta. Si no se tiene claro este concepto, entonces de ahí en adelante sólo podremos ver una secuencia de errores que nada tienen que ver con el contexto en el que fueron elaborados estos escritos.

Por supuesto, posiblemente esto no sea una explicación suficiente para muchas personas, aunque de hecho sí lo es para quien entiende que el contexto del judaísmo del Segundo Templo, esto es, el de Yeshua, era bastante diferente del que vemos hoy en día.

Para analizar más a fondo que Yeshua en verdad no vino a abrogar la Torah sino a confirmarla, veamos algunos textos que son bien ilustrativos:

Gálatas 3:13: “Mashiaj nos redimió de la maldición de la Torah, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero)”.

Aquí hay un tremendo error de traducción, pues en ningún lugar los Escritos del Código Real nos dicen que la Torah es mala; tan cierto es que en Romanos 7:12 está escrito: “De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, y justo, y bueno.” Y la Escritura no se contradice! Lo que el texto citado debió decir en realidad es lo siguiente: “Mashiaj nos redimió de la maldición escrita en la Torah”; por supuesto, existe un conjunto de maldiciones escritas en la Torah para quienes se desvíen de la obediencia fiel a El Eterno. No tiene ningún sentido que El Eterno ordene guardar la Torah para decir después que por hacer eso que él pide la persona cae bajo maldición; simplemente es ridículo.

Los siguientes dos textos tratan un tema especialmente crítico, y que se refiere a una situación que ocurría en el primer siglo de la era común. Había personas que habían hecho conversión al judaísmo, y por lo tanto eran circuncisos en la carne; sin embargo, tiempo después abrazaron la fe de Yeshua, pero alegaban que para que una persona fuera salva debía circuncidarse; esto establecía un problema bien grande a quienes querían volverse de los ídolos al Dios vivo. Tales personas son conocidas como los judaizantes.

Sin embargo, rav Shaul frena esto mostrándonos que ya no había que estar sujetos a la esclavitud de la normatividad impuesta por hombres, que no es otra cosa que sujetar el comportamiento humano a la interpretación torcida de las Escrituras que algunos pretendieron imponer como algo obligatorio para ser salvos; esta interpretación pervertida de la Torah es lo que se denomina legalismo. La Torah es buena y santa, como ya lo hemos visto; lo que no es bueno es el conjunto de mandamientos de hombres que éstos pretenden hacer valer como si fueran mandamientos de Dios.

Gálatas 5:1: “Estad, pues, firmes en la libertad con que Mashiaj nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud.”

Colosenses 2:13-16: “a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz. Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo”.

En este último texto, los “decretos” que había contra nosotros son todas las posibles condenaciones a que una persona supuestamente era sometida por no guardar adecuadamente los mandamientos de hombres. Por supuesto, con la muerte expiatoria en el madero todo aquello quedó muerto, porque lo que vale es la Torah como la dictaminó El Eterno, y cuya interpretación correcta, la cual nos dio Yeshua, cuyo “yugo es ligero”; esto es, cumplir en la forma que Yeshua indica no es una pesada carga, sino una bendición enorme para nuestras vidas.

Esto significa no que la Torah haya sido quitada; afirmar esto raya en lo absurdo, pues contradice las palabras de los profetas, especialmente aquellas en las que El Eterno establece un nuevo pacto con la casa de Yisrael y la casa de Yehudah. Lo que fue quitado son las interpretaciones humanas que crean mandamientos que hacen esclavas a las personas. El rav Shaul demostró en todo momento que la Torah no fue abolida (por ejemplo cabría preguntarse: ¿Por qué entonces celebró Yom Kipur después de que Yeshua subió a los cielos? Si la Torah hubiera sido abolida no lo hubiera hecho); el asunto es que los gentiles no debían cumplir más que las siete leyes universales; pero el pueblo judío sigue estando en la obligación de cumplir la parte de la Torah que le corresponde. Otra cosa es que si el gentil decide hacerse judío, queda comprometido a guardar la Torah.

También podemos decir sobre este último texto que “nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo” significa que, ahora que estamos guardando todas estas cosas, nadie nos debe criticar por nuestra nueva forma de vida; aquí no caben discusiones sobre que el Shabat está abolido o cosa parecida, o que podemos comer lo que se nos antoje; aseverar tales cosas es una perversión, que muestra el total desapego y/o desconocimiento del trasfondo judío en estos textos.

Como complemento a lo anterior, veamos varios textos que nos hablan sobre el mismo tema:

Romanos 3:20: “ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado.”

Romanos 3:28: “Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.”

Romanos 9:30-32: “¿Qué, pues, diremos? Que los gentiles, que no iban tras la justicia, han alcanzado la justicia, es decir, la justicia que es por fe; mas Israel, que iba tras una ley de justicia, no la alcanzó. ¿Por qué? Porque iban tras ella no por fe, sino como por obras de la ley, pues tropezaron en la piedra de tropiezo”.

Gálatas 2:16: “sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Yeshua el Mashiaj, nosotros también hemos creído en Yeshua el Mashiaj, para ser justificados por la fe de Mashiaj y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado.”

Gálatas 3:2: “Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?”

Gálatas 3:10: “Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas.”

Todos los textos tienen algo en común, que es el término “obras de la ley”, y en todos los casos tiene una connotación negativa; la razón es muy sencilla: El término “obras de la ley” no es otra cosa que lo que ya mencionamos, que es la interpretación legalista de la Torah, que es una abominación a los ojos de El Eterno, Bendito sea.

Por tanto, cuando veamos este término, para estudiar adecuadamente los pasajes correspondientes, es necesario reemplazarlo por “legalismo” o mejor por “interpretación legalista de la Torah”, que sí corresponde con lo que rav Shaul quiere transmitirnos; esto es lo correcto según la óptica de lo que ocurría en el primer siglo de la era común.

Entonces que es mejor: ¿ser judío o no judío?

Tanto unos como otros tenemos acceso al Trono Celestial y estamos a la misma altura ante El Creador, sea Su Nombre Bendito; lo que sucede es que el pueblo judío, por haber sido llamado a ser luz a las naciones, es quien ha sido depositario de los pactos, las promesas y la Torah, de manera que tiene una mayor responsabilidad que el no judío. Esto no es cuestión de preferencias sino de responsabilidades.

¿Ley o Torah?

Las biblias no judías siempre traducen Torah como ley; sin embargo, el término correcto es “Torah”, puesto que es así como aparece en los escritos originales. De manera que reemplazar “Torah” por ley es incorrecto.

“Torah” es una palabra hebrea que significa “instrucción”, y viene de un vocablo también hebreo que significa “dar en el blanco”; de manera que “Torah” es un conjunto de instrucciones que El Eterno dio a Su pueblo para que día a día perfeccionara su nivel de santidad; estas instrucciones son dadas para que tengamos la mejor calidad de vida; por supuesto, ello implica que todo lo que se haga en desobediencia (“no dar en el blanco”) debe tener una compensación acorde con la falta; pero esto no significa que la Torah sea mala, como ya lo mencionamos.

Entonces la Torah lo que hace es conducirnos a una vida en la cual la obediencia a los decretos celestiales, no de hombres, sea nuestro día a día, siendo por ello mejores personas que den luz al mundo; entonces la Torah es en este aspecto un “ayo”, como lo dicen algunas traducciones del libro de Gálatas en el Código Real, o alguien que nos guía al mejor camino, especialmente al que conduce a elevar paulatinamente nuestra estatura espiritual a la de Yeshua.

No obstante, “ley” tiene connotaciones punitivas; la ley más que instrucción es un conjunto de acciones que se realizan cuando se cometen faltas, recompensándolas con castigos acordes con la acción. No hay misericordia en la ley, sino simplemente justicia. No es así en la Torah.

En consecuencia, si hablamos de “la ley de Dios”, estamos viendo al Todopoderoso como un ser que quiere en todo momento disciplinar por el hecho de que alguien cometa una falta, lo que lo convertiría en alguien que está pendiente de aplicar correctivos, mas no de instruir. Pero esta no es la realidad.

¿Fe u obras?

Este tema es bien interesante, pues nos sirve para complementar este estudio, máxime que sobre el mismo hoy en día muchas personas tienen opiniones encontradas; sin embargo, es bueno saber que no por ello no esté claro ni bien definido. Dos textos que vemos al respecto son los siguientes:

Javaquq (Habacuc) 2:4: “He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por su fe vivirá.”

Romanos 1:17: “…Mas el justo por la fe vivirá.”

El último de ellos es simplemente la transcripción parcial del primero. De acuerdo con él, muchos aseguran que sólo es fe lo que se necesita para lograr la salvación del alma; de hecho fue hasta este punto que llegaron personajes como Martín Lutero. Pero, por decirlo coloquialmente, “se quedaron muy cortos”…

Otro texto que aparentemente contradice al anterior, y que curiosamente está unos versículos más adelante es el siguiente:

Romanos 2:13: “porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados.”

Aquí rav Shaul nos está diciendo que es justificado quien hace, no quien oye solamente; esto nos debe llevar a estudiar más sobre el tema, pues de seguro algún texto nos aclarará la aparente confusión. Leamos para el efecto el siguiente versículo.

Efesios 2:8-10: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en el Mashiaj Yeshua para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.”

El texto nos dice que somos salvos por gracia; efectivamente esto es así, pues ningún mérito tenemos para acceder a las moradas eternas; tampoco las obras se hacen para ser salvos. Sin embargo, la parte final del texto nos dice que fuimos creados para buenas obras; lo que sucede es que la fe se demuestra con obras. ¿Cómo es esto?

La fe que El Eterno valora no es simplemente la que cree, pues podemos creer en cualquier cosa como creemos en Él; pero para demostrar que creemos en Él, es necesario un ingrediente indispensable que es el que consuma el concepto de la verdadera fe: La obediencia; en otras palabras, como yo creo en El Eterno, entonces le obedezco, pues es la única forma de mostrar que tengo fe. Dicho de otra manera, no es la sola fe la que vale, sino la fe obediente, que en varios textos es lo que llamamos fidelidad.

Esto significa que el texto del profeta Javaquq se debe leer así: “He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por su fidelidad vivirá.” De hecho, el término “emunah”, tiene varios significados entre los cuales se destaca precisamente el de “fidelidad”, como acepción más fuerte.

Otro texto que confirma lo dicho es el siguiente:

Yaaqov (Santiago) 2:14-26: “Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan. ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios. Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe. Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino? Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.”

Aquí las explicaciones sobran; el texto habla por sí solo. Fe sin obras no es suficiente; en cambio, las obras demuestran que tenemos fe; así de sencillo.

Ahora te pregunto, querido lector: ¿En verdad crees que la Torah fue abolida?

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