Di-s se manifestó a un hombre. Muchas veces he tratado de imaginar qué debió de haber sentido Abraham la primera vez que escuchó la voz de Di-s. Abraham no estaba buscando a Di-s; él ni sabía que había un Di-s. Había sido criado en una cultura idólatra y pagana donde jamás nadie había conocido a Di-s. No había creyentes, ni Biblias, ni himnarios, ni iglesias, ni escuelas de clase dominical ni predicadores; solo un absoluto silencio del cielo. Después, un día, Di-s interrumpió en el silencio. Se presentó a Abraham y le hizo algunas promesas increíbles. Abraham escuchó la voz de Di-s. Y creyó. Cuando nadie más estaba escuchando, cuando nadie más creyó, Abraham recibió la gracia de responder a la iniciativa de Di-s. La historia de su vida es la historia de un hombre que escuchó la voz del Señor, quien reveló sus secretos, sus planes y su voluntad. Es la historia de un hombre que respondió a la voz de su amado en adoración, fe, amor y obediencia. Los altares erigidos en Siquem, Betel, Hebrón y el monte Moriah prueban la evidencia de este “amigo de Di-s”; un hombre que caminaba en íntima unión y comunión con el creador.
Nancy Leigh DeMoss [En la quietud de su presencia]
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