CONOCIENDO AL MESÍAS POR LAS RAÍCES HEBREAS
(MI PUEBLO NO AVANZA POR FALTA DE CONOCIMIENTO… OSEAS 4:6)
(MI PUEBLO NO AVANZA POR FALTA DE CONOCIMIENTO… OSEAS 4:6)
ÉTICA PARA LOS HIJOS DE
ISRAEL
Antes de empezar con este estudio, debemos
recordar que el tema sobre Ética para los hijos de Israel, nos incluye a
nosotros los que veníamos en el Olivo Silvestre (figura del paganismo,
idolatría, sin La Ley de Dios), pero que ahora al haber aceptado a Yeshua Ha
Mashíaj como nuestro Salvador y Señor y por eso haber sido perdonados por el
Padre, fuimos injertados en el Olivo Natural (figura de Israel) y por esa razón
ya no somos gentiles sino israelitas. Carta de Rav Shaúl a los creyentes en
Italia (Romanos) 11:12,17,25,26; La Epístola del Apóstol Pablo a los Efesios
2:11-22, Versión Textual Hebraica.
Cada hombre nace igual delante de HaShem y
todos son escogidos para diferentes funciones y roles a fin de cumplir los
propósitos eternos de nuestro Dios quien bendito por los siglos.
Aunque cada hombre es igual en dignidad, cada
uno es diferente en temperamento, carácter y personalidad, además de diferente
en llamamiento. Por eso debemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos.
Este es el segundo más grande mandamiento de la Toráh, según fue explicado por
nuestro Adón y Salvador, nuestro Rebe Yeshua Ha Mashíaj, quien afirmó: “Y el
segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos
mandamientos cuelga toda la Toráh y los Profetas”. Leer Mattityahu (Mateo)
22:36-40, Versión Textual Hebraica. Recordemos que el primero y más grande
mandamiento es: Oye Israel, YHWH nuestro Dios, YHWH uno es. Amarás a YHWH tu
Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus posesiones. Devarim
(Deuteronomio) 6:4,5
Así pues, el fundamento de la Tanáj (Torá,
Profetas, Escritos y Código Real, llamado incorrectamente Nuevo Testamento),
está en función de una relación correcta con HaShem (amar a Dios sobre todas
las cosas) y en una relación correcta con nuestro prójimo (amarlo como a
nosotros mismos). No debemos amar a nuestro prójimo más que a nosotros, ni
menos, sino como a nosotros mismos. Este es el camino de nuestra
responsabilidad.
El que no ama a su prójimo, a quien ve con sus
ojos, tampoco puede amar a HaShem a quien no puede ver, porque si al que vemos
y que es imagen de HaShem no amamos, ¿Cómo amaremos a quien no vemos? El que no
ama a su hermano, no ha conocido al Único Dios Verdadero, que se nos ha manifestado
a través de Su Hijo Yeshua Ha Mashíaj. YHVH, nuestro Elohim es amor. Si nos
amamos unos a otros, la Shekináh del Eterno se hará evidente entre nosotros,
como está escrito: “Mirad cuan hermoso es habitar los hermanos juntos en
armonía... porque allí envía HaShem bendición y vida eterna”. Tehilim (Salmos)
133.
Por lo tanto, el que permanece en amor,
permanece en HaShem. Si un hijo de Israel dice: Yo amo a HaShem, pero aborrece
a su hermano, es mentiroso y la verdad no está en él. Nosotros hemos recibido
de nuestro Rebe (Maestro) Yeshua Ha Mashíaj, esta instrucción: El que ama a
HaShem, que ame también a su hermano. El que dice que está en luz y desprecia a
su hermano, está todavía en tinieblas, pero el que ama a su hermano, permanece
en luz y no tropezará.
A partir de la transgresión de Adán (Adam) y
Eva (Java), dentro de cada ser humano hay dos fuerzas que operan
diametralmente. Una fuerza lo empuja hacia la luz, otra hacia las tinieblas. Un
impulso lo llama hacia el bien y otro hacia el mal. Un impulso lo inclina al
pecado, otro a la santidad. Un impulso lo empuja hacia la santificación del
Nombre y otro a su profanación. Aquellos que obedecen su impulso malo, profanan
el Nombre del Eterno. Aquellos que resisten el impulso malo y obedecen al
bueno, lo santifican.
¿De dónde sacaremos la fuerza necesaria para echar el poder del impulso
maligno y en cambio obedecer al buen impulso? Será la responsabilidad de todo hijo de Israel buscar el nuevo corazón
prometido a nuestros padres para que seamos lavados con agua pura y operados
del corazón, para que nos sea quitado el corazón de piedra y en su lugar nos
sea dado un corazón de carne que por naturaleza santifique, ame y tema el
Nombre del Eterno, como está escrito: “Derramaré sobre vosotros agua limpia
y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias y quitaré el corazón de piedra
y os daré un corazón de carne. Y derramaré sobre vosotros mi espíritu y haré
que andéis en mis mandamientos y guardéis mis preceptos y los pongáis por obra”.
Yejezkel (Ezequiel) 36:25-27.
Hay dos tipos de obediencia: la obediencia del
deber y la obediencia de la nueva creación. La obediencia del deber es la que
dice: “el que hiciere estas cosas, vivirá en ellas”. Vayikrá/Levítico 18:5. La
obediencia de la nueva creación es la que dice: “Cerca de ti está la palabra,
en tu boca y en tu corazón para que la cumplas”. Devarim/Deuteronomio 30:14.
Ambas serán buscadas por los hijos de Israel, la primera para que nos vaya bien
aquí y seamos de larga vida en esta tierra. La segunda, para entrar en el Olam
Haba (el mundo por venir). La primera nos fue testificada por Moshé y los
profetas. La segunda nos fue hecha posible por Yeshua Ha Mashíaj. El que vive
en la obediencia del deber, deberá procurar la obediencia por nueva creación;
el que experimenta la nueva creación, deberá procurar la obediencia del deber.
Ambas vienen juntas y son inseparables.
La Toráh (La Ley dada a Moshé de parte del
Eterno para guiar a Israel) nos fue dada para que aprendamos a vivir en la
justicia aceptable que garantiza prosperidad y bendición en esta edad presente
y nos salva de la muerte postrera, Yeshua Ha Mashíaj nos fue enviado para que
podamos experimentar la justicia legal de HaShem, para que podamos participar
de la resurrección y tengamos entrada en el Maljut Jashamayim (Reino de los
Cielos). Yojanán (Juan) 6:39,40. Es responsabilidad de todo hijo de Israel
creer con perfecta fe en Yahoshua ben Yosef (Yeshua) como el Mesías anunciado
por Moshé (Moisés) y esperar de los cielos su revelación como Mashíaj ben David
(el Mesías hijo de David). Creer en Yahoshua (Yeshua) ben Yosef como Mashíaj,
significa aceptar el testimonio que el Padre nos ha dado acerca de su
identidad, seguir las instrucciones que Mashíaj mismo nos ha trasmitido y
confiar en el perdón permanente de nuestros pecados que el Padre nos ha
concedido por medio de Su Hijo Yeshua Ha Mashíaj. Metafóricamente esto es “comer
la carne del hijo del hombre y beber su sangre”. Yojanán (Juan) 6:53-55. Siendo
que el “alma en la sangre está”. Vayikrá (Levítico) 17:10-14, el soplo de vida
de HaShem - que engendró el nefesh (el alma) de Mashíaj - está en Yahoshua
(Yeshua). Por lo tanto, “beber su sangre” simbólicamente representa
apropiarnos de la vida de HaShem que fue infundida en el alma de Mashíaj para
darnos entrada en el Maljut Jashamayim (Reino de los Cielos).
Todo hijo de Israel batalla cada día contra
las inclinaciones perversas de su naturaleza caída. Muchas veces es la cólera o
el orgullo o la avaricia, o el amor al dinero y otras muchas debilidades más.
En ocasiones disfruta de un profundo sentido de control, humildad, generosidad
y desprendimiento, pero siempre invadido por el poder de la concupiscencia que
está dentro de nosotros. ¿Cuál es el camino correcto? La manera de tratar esta
profunda experiencia humana que afecta a todos por igual es doble: Primero
desde nuestra perspectiva humana. Segundo, desde la perspectiva de HaShem. En
otras palabras, tenemos una responsabilidad que asumir y una confianza que
experimentar.
LO QUE ES NUESTRA RESPONSABILIDAD
En términos de responsabilidad, como hemos
visto, es el deber de todo hijo de Israel poner por obra las ordenanzas y
estatutos que HaShem nos ha dado, porque “haciéndolos, viviremos en ellos”,
según nos ha sido prometido. Mientras más obedezcamos los mandamientos, más
oportunidad tendremos de vencer con el bien el mal. Además de esto debemos
procurar, como nos han enseñado nuestros mayores que siempre hay que seguir el
camino intermedio cuando es apropiado. Llamamos “camino intermedio” al que
resulta cuando evitamos los extremos. Por ejemplo: No podemos “revolcarnos” con
el mundo, pero tampoco “aislarnos del mundo”. En el primer caso tendremos
alguien que nos oirá pero no tendremos nada que decir. En el segundo caso
tendremos algo que decir, pero nadie nos escuchará. Así pues, si descubres que
tu debilidad es el orgullo, entonces no te vayas al otro extremo de vivir como
una persona indigna, porque no lo eres. Deberás procurar el camino del medio,
es decir, ni teniendo más alto concepto de ti, ni teniendo un concepto bajo de
ti, sino la cordura, el camino intermedio. Rav Shaul (Pablo) nos decía que
desechando los extremos, debemos conformarnos “a la medida de fe que Dios
repartió a cada uno”. Carta de Rav Shaul a los Creyentes en Italia (Romanos)
12:3.
El camino intermedio es el camino de HaShem,
como ha sido dicho de Avraham: “Porque yo sé que mandará a sus hijos y a
su casa después de ti, que guarden el camino de HaShem, haciendo justicia y
juicio...”. Bereshit (Génesis) 18:19. Justicia y Juicio nos sugieren la
idea de una balanza que evita los extremos para buscar el camino de la justicia
que es el centro, la vía intermedia, la vía de HaShem. Así por ejemplo, si un
hijo de Israel es débil en relación con la avaricia, no deberá irse al otro
extremo y despilfarrarlo todo, sino buscar la vía intermedia que es la de dar
todo lo que pueda y ahorrar todo lo que pueda. Es decir, dar generosamente
cuando la causa es digna y guardar responsablemente para tener cuando haya
escasez. Si un hijo de Israel es débil por la intemperancia en relación con la
comida, y siempre quiere vivir comiendo, no deberá irse al otro extremo y vivir
en una dieta tan estricta que destruya su cuerpo, sino buscar la vía
intermedia, es decir, la templanza, aprendiendo a “comer para vivir”, no “vivir
para comer” o “morirse por no comer”. Así está escrito: “El hombre justo
come hasta saciar su alma”. Mishlei (Proverbios) 13:25. Después que está
satisfecho, no debe comer más, para evitar ser arrastrado por la glotonería.
Salirse de aquí es irse a los extremos que son siempre peligrosos.
Los hijos de Israel que viven en los extremos tienen su alma enferma y
deberán buscar medicina para su mal. Esta medicina está en la Tanáj (Torá, Profetas, Escritos y Código
Real, llamado incorrectamente Nuevo Testamento), como nos ha sido dicho: que
sus mandamientos, ordenanzas, son “medicina para todo el cuerpo” Mishlei
(Proverbios) 4:22, y como se nos ha prometido: “He aquí yo les traeré
sanidad y medicina; y los curaré...”. Yermiyahu (Jeremías) 33:6. Por lo
tanto deberás buscar siempre el camino de HaShem, la vía del Dios de Israel, el
que evita los extremos. Sin embargo, es posible que para hallar el camino
intermedio tengas que irte por un tiempo a un extremo. Muchas veces HaShem nos
coloca en una posición de mucho sufrimiento para que seamos perfeccionados.
Considera el caso de Yeshua Ha Mashíaj de quien se dice: “Y aunque era
Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado,
vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen”. Carta
a los Judíos (Hebreos) 5:8,9.
Así por ejemplo, si un hijo de Israel es dado
a hablar mucho, corre el riesgo de pecar con su boca pues ha sido dicho que: “En
las muchas palabras no falta el pecado”. Mishlei (Proverbios) 10:19. Pero al
mismo tiempo, no deberás ser mudo. Entonces, el camino intermedio será el de la
prudencia en el lenguaje. Esto te permitirá saber cuándo hablar y cuándo
callar. Un hijo de Israel procurará siempre hablar de lo que edifique, de lo
que promueva la santificación del Nombre del Eterno, las buenas obras y las
cosas dignas de la vida. En esto debemos seguir las instrucciones de Yeshua Ha
Mashíaj, quien nunca habló palabras ociosas, sino solamente las relacionadas
con la misión que le fue encomendada. Incluso en muchas ocasiones calló y no
habló palabra. ¿Quieres evitar la necedad? Habla poco pero sustancioso. Dice en
Eclesiastés 5:3: “de la multitud de las palabras viene la voz del necio”.
Un hijo de Israel debe evitar el exceso de las
palabras aun en su tiempo de oración. Yeshua Ha Mashíaj dijo que este era el
camino de los gentiles, que usaban mucha palabrería en sus oraciones
(Mattityahu/Mateo 6:7), pensando que así serán escuchados. Pero a los hijos de
Israel se nos ha enseñado diferente, pues ya ha sido dicho que: “Cuando
fueres a la casa de HaShem, guarda tu pie; y acércate más para oír que para
ofrecer el sacrificio de los necios; porque no saben que hacen mal. No te des
prisa con tu boca, ni tu corazón se apresure a proferir palabra delante de
Dios; porque Dios está en el cielo y tú sobre la tierra; por tanto, sean pocas
tus palabras”. (Eclesiastés 5:1,2) es decir, que tus palabras tengan el
contenido de la sabiduría de los hijos, no la palabrería de los necios.
Un hijo de Israel evitará todo tipo de
lenguaje adulón y zalamero, evitando siempre el pecado de la hipocresía. Debes
ser limpio y transparente, sin doble cara. Cuida tu corazón, pues lo que piensa
tu corazón es lo que hablará tu boca.
No está permitido a un hijo de Israel vender
cosas defectuosas a sabiendas y proferir con tus labios palabras de estímulo
para que el otro la adquiera. Eso es manipulación. No debes decir nada que
engañe a tu prójimo, sino que debes usar un lenguaje íntegro, puro, que
proviene de un corazón limpio y temeroso de HaShem. “Examina la senda
de tus pies, y todos tus caminos sean rectos. No te desvíes a la derecha ni a
la izquierda; aparta tu pie del mal”. Mishlei (Proverbios) 4:26,27.
Un hijo de Israel evitará el chisme y el
entremeterse en lo que no le importa. Conocerá las leyes apropiadas para evitar
Lashón Jará (lengua maligna) “pues la lengua mentirosa es abominación a
HaShem”. Mishlei (Proverbios) 6:14-17. Por otro lado, un hijo de
Israel no deberá buscar la alabanza de los hombres, ni anhelar el aplauso de
sus compañeros, ni mostrar a otros su sabiduría o su piedad. Tampoco hará
conocer cuando ayuna o cuando esta triste, pues ha aprendido a refugiarse
debajo de las alas del Altísimo.
Así pues, la vía intermedia, la que evita los
extremos, el camino de la moderación y la templanza deberá ser siempre el
camino de los hijos de Israel. El Rey Salomón nos enseñó diciendo: “No
seas demasiado justo ni sabio con exceso; ¿por qué habrás de destruirte?”. Eclesiastés
7:16. Ser demasiado justo nos puede llevar al extremo del legalismo. Ser
demasiado sabio nos puede llevar al extremo de la jactancia. El legalismo y la
jactancia son grandes asesinos del alma. Evítalos, no dejes que penetren dentro
de tus murallas.
Debemos abstenernos solamente de las cosas que
la Toráh y Yeshua Ha Mashíaj nos han dicho que nos abstengamos. Por ejemplo,
cuando trabajes, no lo harás simplemente pensando en acumular mucho dinero
hasta llenar tus propios alfolíes, sino teniendo en mente que esa es la manera
como adquieres las cosas necesarias para una vida digna: sustento, abrigo, una
casa, una familia y otros deseos de tu corazón que no te quiten la paz.
Teniendo estas cosas deberás estar contento, porque “el amor al dinero es raíz de
todos los males”, han dicho los sabios de nuestro pueblo, Primera Epístola del
Apóstol Pablo a Timoteo 6:8-10. Observa que no es malo el dinero sino “el
amor al dinero”. Esto evitarás.
Al comer y beber tendrás en tu mente el por
qué lo haces, ya que es para mantener la salud de tu cuerpo y de los órganos y
miembros de tu tabernáculo terrenal. Cuando aprendas a hacerlo así, no vivirás
comiendo lo que desee tu paladar, sino que aprenderás a comer lo que conviene,
lo que es provechoso para tu cuerpo, evitando la comida que te daña el cuerpo.
Recuerda que Rav Shaúl (Apóstol Pablo) nos ha enseñado que “todo lo que
HaShem creó es bueno, y nada es de desecharse, si se toma con acción de
gracias; porque por la palabra de Dios y por la oración es santificado”. Primera
Epístola del Apóstol Pablo a Timoteo 4:4. ¿Qué es lo que Dios creó que no
debemos desechar en nuestra comida? Lo que la Palabra de Dios ha santificado,
es decir, lo que la Toráh ha apartado para los hijos de Israel. Nada de eso que
HaShem ha creado para sus hijos es de desechar, pero debemos participar de ello
con acción de gracias y con medida.
Aléjate de todo lo que daña el cuerpo, pues
cuando te enfermas no puedes hacer apropiadamente las obras de HaShem ni
atender bien tus negocios y tu familia. La mayor parte de las enfermedades que
los hombres padecen no se deben sino a los alimentos dañinos o al comer sin
medida, aunque sean alimentos provechosos. Qué comemos y cuánto comemos son dos
aspectos importantes que debemos tener en cuenta todos los creyentes en Yeshua
que tomamos en serio la santidad del cuerpo humano. Hay alimentos permitidos y
no permitidos dados por el Eterno a Su pueblo. Entendemos con ello que no todo
lo que el Eterno creó, es comestible, aunque para Él todo es bueno para lo que
Él lo hizo. Aún antes de Génesis 3 hubo un árbol cuyo fruto estaba prohibido.
Después de Génesis 3, todo indica que hubo un cambio radical en las fuentes de
alimentación para el hombre, lo cual incluyó la comida de origen animal aunque
con algunas restricciones. En Vayikrá (Levítico) 11 leemos las características
que deben reunir las carnes aptas para nuestro consumo. También se nos explican
ciertas marcas que descalifican a algunos animales como fuente de alimentación
para los hijos de Israel. Leer Vayikrá (Levítico) 11:3, 10, 20, 21, 27, 41, 42.
Nada tiene que ver el comer o dejar de comer algo, con la salvación de nuestra
alma, la cual viene únicamente a través de Yeshua el Mesías, pero la comida
permitida por el Eterno es para beneficio a nuestro cuerpo y al mismo tiempo el
cumplir esto, es para agradar al Eterno con nuestra obediencia a sus
mandamientos y ordenanzas. Nuestro Adón Yeshua Ha Mashíaj decía: “Por
eso me ama el Padre, porque yo siempre hago lo que le agrada”.
Como podemos apreciar, un hijo de Israel respetuoso de los mandamientos
y ordenanzas dadas por el Eterno en la Tanáj (Torá, Profetas, Escritos y Código Real, llamado incorrectamente Nuevo
Testamento), no solamente se reconoce por su sabiduría y valores morales, sino
también por sus actos más sencillos como el del lenguaje limpio, su manera
de alimentarse, asearse y vestirse, así como la manera pulcra y santa en que
conduce su hogar y sus negocios en la vida.
Si cuando hablas sobre la Toráh y sobre
nuestro Adón Yeshua Ha Mashíaj te escuchan y notas que lo que dices está
haciendo bien y santificando el Nombre del Eterno, sigue instruyendo. De lo
contrario calla. Mashíaj dijo: “No deis lo santo a los perros, ni
echéis vuestras perlas delante de los cerdos”. ¿Quién es un perro? ¿Quiénes
son los cerdos? Aquellos que no quieren saber nada de Las Escrituras ni buscan
el camino de la obediencia, sino que tienen su delicia en el pecado y se
olvidan de las leyes de HaShem.
Solamente por medio de la decisión de obedecer
los mandamientos (según nos apliquen), aprenderemos el camino de HaShem en el
cual vivieron nuestros padres Avraham, Yitzjak y Yaakov.
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